A Freire le sobraron noventa metros para llevarse la victoria

Oscar Freire tenía metida en la cabeza esta Amstel Gold Race. Nueve años en el Rabobank, nueve participaciones y siempre supeditado, primero a Boogerd, luego a Dekker o Gesink. El equipo holandés apostaba siempre por un corredor del país para ganar la gran carrera de casa.

En este 2012, en el Katusha, era libre. Y lo intentó. Atrapado el francés Romain Bardet, último superviviente de la fuga de 207 km de siete corredores, entre los que se metió el vizcaíno Peio Bilbao, y tras un intento de Sagan y Voeckler, Freire saltó a 7 km de meta.

El tricampeón mundial mantuvo un duro pulso con el BMC y el Lampre, que tiraban del ya reducido grupo de cabeza. Entre 10 y 15 segundos de ventaja para llegar con 12 al pie del Cauberg, empinado muro de sólo 1,2 km al 5,8%.

Óscar sacó todo lo que tenía y se retorcía subiendo las rampas. Pero por detrás arrancó como una bala Philippe Gilbert, ganador de las dos últimas ediciones, que lleva un año muy diferente a la gloriosa campaña anterior. El campeón de Bélgica se fundió a falta de cien metros.

Pero arrancó Peter Sagan. Su esfuerzo sirvió para que Freire, ya sin aire, fuera atrapado a sólo noventa metros de la raya. Y el eslovaco también explotó. Entonces, surgió el italiano Enrico Gasparotto, que supo medir sus fuerzas, pillar la estela de Gilbert, luego la de Sagan y superar al belga Vanendert. Freire entró cuarto. No pudo ser, pero murió con las botas puestas.

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